Flores de Semana Santa (3)

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Comenta mi buen amigo Antonio Aral que la yerba que se conoce en Benadalid como «sangre de Cristo» no es la fumaria oficinal, sino otra. Creo que se refiere a la siguiente:

Fedia cornucopiae (sangre de Cristo)

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Fedia cornucopiae

Esta planta (pronúnciese fédia cornucópiae), aparte de sangre de Cristo recibe otros nombres por toda España: sangre de doncella, zapatitos del Señor, tetas de vaca, trompetillas, disparates… Ante tal avalancha de nombres, la mayoría compartidos con otras especies bien distintas, se hace necesario el nombre científico a la hora de referirnos a una planta concreta.

Linneo (1753) bautizó la nos ocupa como Valeriana cornucopiae, que significa «valeriana cuerno de la abundancia», haciendo gala de una exageración más típica de Cádiz que de Upsala. Es la misma divertida desmesura de los que llamaron por primera vez «tetas de vaca» a estas florecillas.

Tres décadas más tarde, Adamson revisó el sistema de Linneo y estableció para nuestra especie el género Fedia, pero sin dar sobre el nuevo nombre explicación alguna, así que nos quedamos sin saber lo que Fedia significa. No os preocupéis, hay muchas cosas que nos quedamos sin saber en esta vida.

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Flores de Fedia visitadas por un comercial, en este caso una abeja que lleva en la frente su mercancía. Si Trump se entera tendrá aranceles, sin duda.

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Centranthus macrosiphon

Centranthus macrosiphon (milamores, disparates)

Esta especie no tiene un nombre popular relacionado con la Semana Santa (podría ser lejanamente el de milamores y raramente el de disparates). Pero es de la misma familia valerianácea que la anterior, y tan parecida que le hago un hueco aquí para distinguirlas.

Centranthus significa «flor con espolón» y este es un signo que las diferencia en cuanto a la forma. Las flores de Fedia apenas tienen espolón y las de Centranthus sí, entendiendo por espolón un saquito para el néctar situado al fondo del tubo que forman los pétalos, y que puede evocar, usando la imaginación, el espolón de la pata de un gallo. Además, las flores de Fedia tienen dos estambres y las de Centranthus solo uno. Y por si esto fuera poco, el color de las flores es distinto.

Flor del Centranto macrosifónico, según se ilustra (aunque sin color) en la excelente obra Flora Iberica

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Edmundo Boissier, el botánico suizo que vino a visitarnos en los años treinta de hace ya dos siglos, dejó una espléndida imagen de este Centranthus, que él mismo bautizó como macrosiphon (macrosífon) por el largo tubo de sus flores, único en su género.

Centranthus macrosiphon Boiss. tal como aparece en su primer retrato para la ciencia

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Estas plantas son, como queda dicho, de la familia de la valeriana, y por tanto comparten con ella una parecida composición química y similares propiedades farmacéuticas, como la de calmar los nervios en casos de ansiedad, estrés y otras picás que pueden darle a cualquiera.

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Orchis mascula

(léase órquis máscula)

Orchis mascula

Esta orquídea, muy frecuente por toda la Serranía, también se llama sangre de Cristo, seguramente por el color de sus flores, y quién sabe si también por las manchas rojizas que muchas veces muestran las hojas, semejantes a gotas secas de sangre (de Nuestro Señor, por supuesto).

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Otro nombre que tiene, este muy antiguo, es el de satirión macho y Linneo, cuando inventó los nombres científicos de dos palabras, quiso llamarla «orquídea macho». Pero como orchis, que significa testículos, es gramaticalmente del género femenino, y él aunque sueco sabía mucho latín, en vez de masculus (= varón o macho) usó el adjetivo mascula, o sea «macha».

Una orquídea muy parecida a la macha es la de Lange, el botánico que la descubrió al recorrer España cuarenta años después de Boissier. La Orchis langei (órquis lángei) también suele presentar en las hojas las mismas manchas sanguinolentas, y apenas se diferencia de la otra en que el pétalo más vistoso tiene un codo o curva que lo inclina hacia abajo. En Benadalid no es raro verla en el sotobosque de los castaños.

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Orchis langei

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Aquí termina esta serie de flores de Semana Santa. Quedan por ver varias lágrimas de la Virgen, lágrimas de la Magdalena, ojos de Cristo…, sin duda relacionadas con el trágico acontecimiento que ahora recuerda nuestra primavera, pero todas las que tengo anotadas son blancas e inmaculadas, más propias de la pascua de resurrección que de la de pasión. Y aún no hemos acabado la cuaresma.

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Gerardo

3 Respuestas

  1. Paco Sánchez dice:

    Qué interesantes siempre las cosas que cuentas de nuestro pueblo.
    Creo recordar que mi madre llamaba zapatitos del señor a la fumaria.
    Gracias Gerardo por compartir con nosotros tus conocimientos.

  2. Pedro Sierra de Cózar dice:

    Magnífico trabajo el de las flores, que justifica la bien ganada fama de pedagogo ejemplar de la que disfrutas en esta Serranía. Ya que citas a Trump, los vecinos de cierto pueblo- cuyo nombre omito- deberían estar haciendo cola para «besarte el culo».

  3. Lucía Fernández Rodríguez dice:

    Tenía pendiente la lectura de la tercera entrega de Flores de Semana Santa y la he realizado el primer día de mayo (día del trabajo). Me ha parecido tan documentada, elaborada e interesante como las anteriores por lo que felicito a su autor. No sucede lo mismo con el segundo comentario, no muy acertado, a mi entender, pero, capaz de suscitar en mí una reflexión. Confieso haber dudado sobre la conveniencia o no de responderlo, por respeto a la edad de la persona que lo emite y por el tiempo transcurrido desde su emisión. Finalmente, he decidido ejercer mi derecho a expresar los sentimientos y reflexiones que me ha provocado y así lo hago a continuación.
    Algunos vecinos mayores de «cierto pueblo» y otros que lo fueron pero que ya no están, aunque sí sus hijos, tuvieron ocasiones frecuentes de «besar el culo» a alguien ; por ejemplo, cuando tenían que aguantarse con que les estafaran en el pesaje de las aceitunas al anotarles menos kilos de los que veían reflejados en la báscula del molino. Era la única opción que tenían para venderlas. También, de alguna manera, «besaban el culo» a algún propietario que les rebajaba el jornal diario por haberles «concedido la gracia» de trabajar sus tierras durante muchas jornadas. Era una magnífica oferta que beneficiaba, como no, al terrateniente. Esto conformaba una penosa, necesaria y asentada tradición de «besar el culo» que no aparece reflejada en ningún archivo histórico pero que se ha conocido por fuentes documentales orales.
    Fueron tiempos que, por suerte, quedaron atrás, en los que, la mayoría de los vecinos sólo podían ofrecer a sus hijos varones una zoleta para cavar las viñas de otros y a las muchachas un bastidor para bordar el ajuar o, dejarlos emigrar.
    Entonces, solo unos cuantos tuvieron mejores oportunidades que les permitieron adquirir conocimientos y destrezas para, en el futuro, ser capaces de expresarse mejor, investigar o manejar adelantos tecnológicos. No podemos quitar mérito a los esfuerzos y producciones de estos últimos, pero, en mi modesta opinión, el reconocimiento al trabajo bien hecho debe recibirse, nunca exigirse, y, menos aún calcando las groseras palabras de Trump.
    Espero no haber ensombrecido con esta reflexión el trabajo expuesto.

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