El cronista de Benadalid

.

Si alguien merece ser distinguido con el honroso –aunque improductivo- título de cronista de Benadalid, ese es sin duda don José Márquez López.

El que fuera Secretario del Ayuntamiento de nuestro pueblo durante más de 30 años vino al mundo el día 11 de diciembre de 1881. Sobre el lugar de su nacimiento dice en una de sus memorias: Nací del lado allá de la Loma de Jemáez en el vecino pueblo de Benalauria, en el huerto de Benajamón, la finquita de mi recreo donde las plantas agradecidas a la labor de mi mano me saludaban por las mañanas, dejando caer de sus hojas unas gotas de rocío cual lágrimas de ternura…

Fueron sus padres Juan Márquez y Catalina López, un matrimonio que batió todas las marcas de fecundidad, pues puso en este mundo nada menos que ¡17 hijos! Cabría pensar que el destino natural de aquel niño, criado en lugar escondido, lejos de la población, estaría destinado a convertirse en un campesino iletrado; pero la providencia le tenía reservado otro oficio.

En sus escritos don José no aporta muchos datos sobre su infancia y juventud, por lo que me veo obligado a ejercer de adivino. Por su esmerada formación, debió de ser un niño inteligente y aplicado, que para asistir a la escuela primaria de Benalauría se vería obligado a recorrer la media legua larga que separa Benajamón del pueblo, en viaje de ida y vuelta, soportando fríos y ventiscas y atravesando torrentes impetuosos en época de lluvias.

Permanecería en la escuela hasta los doce años. A esa edad, imagino a su padre buscándole acomodo en la secretaría del Ayuntamiento, donde permanecería algunos años aprendiendo los rudimentos de la administración local. De meritorio ascendería a oficial de la Secretaría, lo que le permitió contraer matrimonio con su paisana María Calvente Rodríguez , con la que tuvo cinco hijos, tres varones ( Juan, Miguel y José) y dos hembras (María y Catalina).

Por aquel tiempo los secretarios municipales -como sus antecesores los escribanos de cabildo- eran contratados por los Ayuntamientos, pues aún no existía el Cuerpo de Secretarios de Administración Local, creado en el Estatuto Municipal de 1924. Por su demostrada eficacia, don José recibió varias ofertas de Ayuntamientos de la comarca para hacerse cargo de la Secretaría. Finalmente se decidió por la del cercano pueblo de Benadalid, tomando posesión de su oficio el día 29 de diciembre de 1921. Tardó poco en convencerse de que había llegado a su destino definitivo: La buena acogida que el pueblo me dispensó fue motivo de creerme con derecho a fabricar mi nido en el alero de vuestro tejado…

Su nido fue la casa que adquirió en la calle de la Iglesia, a escasos metros de la casa del Cabildo, su lugar de trabajo. Tras sucesivas reformas, en esta casa vivió hasta su fallecimiento el 29 de febrero de 1972, a la edad de 91 años. En este largo lapso de tiempo sufrió las muertes de sus hijas, a temprana edad, y la de su esposa en 1940. Años más tarde contrajo nuevo matrimonio con Carmen Moya Pérez, de Gaucín, que llegó a Benadalid acompañada de su hermana Amparito. Las personas de mi generación recordamos la bondad, discreción y exquisita educación de ambas, dedicadas en cuerpo y alma al cuidado de nuestro cronista, dedicación que hizo recordar a alguien la popular letrilla de Cervantes: “Nunca fuera caballero, de damas tan bien servido…”


Don José Márquez, a la puerta de su casa, acompañado por sus hijos, nietos y otros parientes

Era don José hombre de regular estatura, cuyo trabajo sedentario le provocó un moderado crecimiento del perímetro de su abdomen. Muy pulcro en el vestir, usaba habitualmente un terno de lana gris o negra, según las circunstancias; completaban su uniforme un sombrero de fieltro a juego y la indispensable corbata, casi siempre negra, por aquello de los lutos. En el trato personal don José fue siempre cortés y afable, y en el desempeño de su trabajo procuró atender por igual a todos los vecinos, cualquiera que fuese su situación personal.

Como secretario del Ayuntamiento su primera misión era la de fedatario de los acuerdos y decisiones del Cabildo, dejando constancia de los mismos en los libros de actas capitulares. Dichos libros son fuente indispensable para conocer la historia de los pueblos, aunque en Benadalid fueron destruidos los anteriores a 1936. Sin embargo nuestro cronista, escritor minucioso, conservó en sus “Memorias” datos de interés en la vida de los vecinos que, de otra forma, se habrían perdido.

Como primer avance de los escritos de don José, cuando llevamos tres años luchando contra una enfermedad epidémica, reproduzco su testimonio de la actuación del Ayuntamiento en una situación parecida, allá por los años veinte del pasado siglo:

De la Higiene.

En esta materia la Junta de Sanidad de la cual era yo el Secretario, hicimos cuanto se pudo para evitar con la ayuda de Dios, que entrara en el pueblo la epidemia de viruelas que lo rondaba. La Junta en pleno, con la asistencia del practicante habilitado don Pedro Bermúdez y el Comandante del Puesto de la Guardia Civil, presidida por el Alcalde don Francisco García Sánchez, recorrimos las calle y casa por casa se hacía la vacunación, a fin de que nadie quedara sin recibir este remedio preventivo. Operación que no estuvo exenta de dificultades al tener que vencer algunas pasivas resistencias a la novedad de la vacuna.

Desinfección general de las cuadras y corrales con azufre quemado y diaria con zotal en las Escuelas, en la Iglesia y en la casa de Ayuntamiento y Juzgado, lo mismo que en la Casa Cuartel de la Guardia Civil. Tal celo desplegó la Junta que, bien sea por las medidas adoptadas en defensa de la Salud Pública lo cierto es que Benadalid se libró de aquella temible plaga que ya azotaba a los pueblos comarcanos.

En una epidemia de fiebres paratíficas que hubo por aquellos años se comportó la Junta en idénticas condiciones, con la ayuda del médico titular don Ramón de Troya y el Delegado Gubernativo del Partido don Arsenio Salas, cuyos trabajos de vacunación, desinfección y asistencia a los enfermos dieron por resultado el cortar la epidemia.

(“Memoria” leída el 26 de mayo de 1932)

Valga este texto como primer ejemplo de la incansable labor de nuestro personaje, que se definía a sí mismo como un trabajador de la pluma. En sucesivas entregas comentaré los resultados de su trabajo en sus diferentes facetas. (Continuará)

Pedro Sierra de Cózar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *