Reseña histórica de Benadalid
Benadalid, pueblecito malagueño, enclavado en la rondeña serranía, agreste y montaraz. Paisaje con repliegues dolorosos, cicatrices de viejos cataclismos, surcos del tiempo en torturada faz. Bordado su relieve con la plata vieja de sus cimas calizas, el siena de sus cerros y el jugoso verde de sus valles ocultos. Alturas inaccesibles, reino del aguila, y umbrosos remansos, vergeles sin par.
Benadalid, con sus hombros cargados de siglos, en sus ojos la luz clara de su cielo y en su mente, recuerdos imborrables de fecunda historia. Escenario de invasiones, de luchas, de insurrecciones, de señoríos; centro neurálgico de la historia de esta zona.
El castillo, fiel ponente de su pasado, vigía de siglos, destaca su silueta pardo-gris enmarcada en el violeta desvaído de las montañas lejanas. Con planta cuadrada, unidos los ángulos de sus cuatro lienzos por torreones cilíndricos con cubiertas de ladrillo festoneado. Posee un aljibe en el centro del patio de misterioso manantial alimentador. En tiempos pasados y en días de guerra y asedio era el mantenedor de los ánimos, el que mitigaba ardores de heridos y refrescaba rostros de curtidos guerreros.
Su ascendencia es romana, conservando por mucho tiempo su primitivo nombre, modificado posteriormente por los berberiscos en Ta-Corona.
Lugar de asentamiento de la tribu berberisca Beni-al-Jalí, tan famosa por sus hechos guerreros y riquezas, que mereció ser mencionada por Ben-al-Cutía en su historia.
Fue cabeza político-militar de esta comarca decidiendo con la aportación de 400 jinetes la entrada en la Serranía del emir Abderramán en los momentos críticos de su independencia.
Dominio de Omar Ben-Hafsum, rebelado contra los califas de Córdoba; integrante, en bandeos históricos, de los reinos de Málaga, Sevilla y últimamente del de Granada.
El marqués de Cádiz en fecha de 1485, tras árdua y prolongada lucha, consigue rendir el castillo para su reyes.
Con posterioridad, patrimonio de los duques de Alcalá, que lo estimaban como preciado lugar. En tiempos del octavo duque, virrey de Nápoles, fueron realizadas obras de reforma en el castillo, adaptándolo para residencia del alcaide-corregidor de estas villas. Hecho que para recuerdo fue esculpido en piedra granítica, con trazos que hoy en día pueden leerse y admirarse junto al escudo de los duques en la parte superior de la portada de entrada.
A principio del siglo pasado sufre las consecuencias funestas de la invasión francesa. Su iglesia, Ayuntamiento, archivos y casas incendiadas y derruídas. Más los franceses sufrieron en sus carnes la reacción viril de este pueblo amante y cuidadoso de su pasado histórico.
Aquí los franceses doblegaron su cerviz y su orgullo cayó desplomado ante el ardor guerrero de estos serranos bravíos. El general que mandaba la horda incendiaria cayó atravesado por balas serranas, mitigando con su sangre la sed de aquella tierra momentos antes calcinada.
Todo un pasado glorioso ilumina la historia de este maravilloso pueblo.
El tiempo ha dejado sus huellas en el castillo, apreciándose algo deteriorado. El bullicio y la alegría de los soldados ha dado paso al silencio y la paz del cementerio. Las espadas que antes se alzaron con destellos de gloria en sus aceros, hoy clavadas en el patio se hallan para cobijar con su cruz el recuerdo de los que nos precedieron en la vida.
F. GUTIERREZ G.
Reseña histórica de Benadalid. (c) Sur (Málaga), 31 de octubre de 1963

