El Narciso de Anita


El Narciso de Clusio, o de Anita – (Narcissus cantabricus*)
Esta flor no tiene nombre vulgar entre nosotros. A mí me la enseñó Anita la Salera, y si la nombro por su apodo es porque Anita siempre ha tenido sal andaluza. Ella la llamaba campanitas, campanitas blancas para ser exacta.
*Narciso, personaje mitológico muy guapo y extremadamente narcisista, como su propio nombre iba a indicar. Cantábricus, por haber sido recolectado en la región cantábrica, aunque este dato está en entredicho.
Este bello entre los bellos narcisos florece muy pronto (enero-febrero) y se cría en terrenos pedregosos, mayormente silíceos, en la proximidad o en los claros de los encinares. En la Serranía se encuentra en el Valle del Genal (Benadalid) y en los Montes de Cortes; también en Benahavís.
Fue el caballero Charles de L’Écluse, agente al servicio del emperador de Alemania Maximiliano II para explorar y descubrir tesoros naturales, el primer botánico que recolectó y describió esta planta en su Rariorum plantarum historia (1601), denominándolo Pseudonarcissus juncifolius III albo flore. En aquellos tiempos la gente docta seguía escribiendo en latín y latinizaba su nombre, así que L’Écluse en la bibliografía es Clusius, o sea Clusio.
Tras el cambio promovido por Linneo, de llamar oficialmente a cada especie con un binomen (el nombre del género más el de la especie), nuestra planta, dos siglos después de Clusio, fue rebautizada por Augustin-Pyramus De Candolle (abreviadamente D.C.), sucesor del gran Lamark en la edición de la Flora de Francia y que luego se atrevió con la Flora del Mundo, tarea inconclusa que dejó como herencia a su hijo Alphonse. De Candolle padre, por lo que se ve, decidió ponerle a este narciso un nombre evocador de su procedencia, y sabiendo al respecto que Clusio dejó escrito que lo había hallado durante un viaje «entre Galicia y Francia», miró su mapamundi y vio que la cordillera Cantábrica era exactamente lo que había entre los dos extremos de ese itinerario. No se molestó más, pues seguramente le quedaba cantidad de flora mundial por repasar aquel día.
Los botánicos se fueron dando cuenta de que el adjetivo era poco indicado, pues la especie se reparte por el centro y sur peninsular y el norte de Marruecos, sin acercarse al Cantábrico. Dudaron de la exactitud de las anotaciones de Clusio, y discutieron si era un error de memoria o un engaño deliberado por su parte, efectuado para realzar el valor de las muestras recogidas en su viaje. Uno de ellos, Dunal, en una monografía sobre el género, decidió cambiarle el nombre a Narcissus Clusii, o sea, el Narciso de Clusio, para deshacer el error y al mismo tiempo conseguir que todos supieran a qué planta se estaba refiriendo sin sombra de duda.
Pero luego han sucedido dos cosas que vinieron a dejarlas como estaban. Por un lado, los botánicos han acordado reconocer como válido el primer nombre científico adjudicado a una especie por Linneo o por botánicos posteriores, aunque esté mal puesto. Es la regla de la prioridad, que invalida el nombre que le dio Clusio -anterior a Linneo y formado por más de dos palabras- así como invalida el nombre de Dunal, por ser, aunque más acertado, posterior al que eligió De Candolle. Así que cantabricus se mantiene como nombre oficial.
La otra cosa es que se han ido descubriendo poblaciones de este narciso que amplían su área de distribución hacia el norte, en Zaragoza y -según el viajero Gandoger- en las montañas del norte de Palencia. Tal vez L’Écluse lo recolectase allí, sin apartarse mucho del camino entre Galicia y Francia. Siendo así, no fue Clusio el autor del engaño, pues no habría mentido sobre su procedencia, ni fue tampoco quien le puso cantabricus. Él lo llamó juncifolius albo flore, de hojas de junco y blancas flores, como en verdad es.
(Texto y fotos: G. Sierra)
