La Emisora Parroquial – III
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Los locutores
En mi memoria, el primer locutor de la EP-BND es Manolo Caballero. Recuerdo una tarde de domingo, sería 1962, cuando acompañé a mi madre en una de las visitas de cortesía que solía hacer después de la misa. En casa de Agripina, en el cuartel, hablando estas madres de sus hijos, la de Manolo dijo a la mía:
– Escucho a mi hijo, como ahora mismo está hablando por el altavoz, y con ese vozarrón, me da no sé qué…, en fin Candelaria, que ya se ha hecho un hombre.
Manolo era además el organista de la parroquia, oficio que heredó del inolvidable Antonio Robles, y en temas musicales nos daba varias vueltas al resto de niños y muchachos de Benadalid. También nos volteaba en cuestión de amores, porque con 11 o 12 años ya tenía novia, gesta para los demás escolares imposible de igualar.
El siguiente locutor en mi memoria es Raimundo, marido de Anita Gómez, padre de María López, y alguacil del Ayuntamiento. La emisora hizo obsoleto el papel de pregonero que ejercía el anterior alguacil. Aún veo a José el Sermonero, con su gorra de plato entre gris y azul y su labio inferior prominente, recitando en la plaza algún edicto municipal: «A todos los vecinos, se hace saber…»
Raimundo no tuvo que pregonar por las esquinas, pues tenía el altavoz. No lo recuerdo como locutor en la sección de discos dedicados, pero sí anunciando buenos negocios en los que animaba a participar; esa era su especialidad.
– Buenos días nos dé Dios. Ha llegado a la plaza un barato que trae todos los artículos necesarios para la casa: … mantas, cobertores, sábanas, fundas de almohada, calcetines de invierno y de verano, camisas blancas y de color, camisetas, calzoncillos, bragas, sostenes, vestidos para las niñas y pantaloncitos para los niños … jarras y tazas, vasos grandes para el agua, vasos chicos para el vino, platos hondos para la olla y platos llanos para un huevo frito, platitos para el postre, tanto de porcelana como de cristal… bla bla bla … Ea, acudid pronto porque tiene que visitar otros pueblos, y es una lástima que las señoras no lo vayan a aprovechar…
No eran anuncios, eran publirreportajes, más parecidos a la actual Galería del Coleccionista que a un breve spot. A veces Raimundo cantaba tarantas por el altavoz, pero eso lo comentaré más adelante, si puede ser.
El tío del cine (llamémosle, como entonces, así) también se plantaba ante el micrófono parroquial para anunciar sus sesiones, pues la emisora mandaba al aire muchos más decibelios que el equipo de sonido de su proyector. Recuerdo con cierto grado de detalle la propaganda que hizo de Molokai :
– Esta es una película que el protagonista es el intrépido aventurero español don Damián de Veúster, en las hinospitas playas de una isla salvaje adonde mandaban a los leprosos…
El fraile Damián de Veuster no era español (era belga) ni aventurero, aunque intrépido sí: de hecho se contagió de la lepra. Las playas de Molokai no eran hinospitas sino inhóspitas. Todo esto me lo aclaró al momento mi hermano Ángel, mucho más docto que yo.
El tío del cine a veces eran dos; quiero decir que el titular (creo que se llamaba Juan) venía con frecuencia acompañado de otro, Gregorio, que aprovechaba la ocasión para visitar las tiendas y vender morcillas con medalla dorada y otras ricas chacinas de Parchite y la Cimada. Este segundo tío creo que es Gregorio Ruiz, quien tiene un supermercado en Arriate y una distribuidora de alimentación en el polígono de Ronda. ¡Benadalid, y sus tiendas y clientela contribuyeron a su expansión empresarial, sí señor!
Pero, volviendo a la emisora, los del cine traían varios discos que lanzaban por el altavoz. En mi memoria constan dos, que también recuerda Antonio Aral:
– Una de las primeras grabaciones de Manolo Escobar: Debajo de los olivos. En un catálogo aparece como pasodoble campero y en otros como rumba (esto me parece más acertado) y la firman Juan Gabriel Gª Escolar, hermano del intérprete, y J.M. Nadal.
Debajo de los olivos
estaba la niña bella,
esconde su cuerpo de diosa
la noche noche nochera.
Su boca sonríe y canta
y el aire la besa besa.
Y sus ojos, ay sus ojos,
son igual que dos turquesas.
…
La niña quedó dormida
con la esperanza despierta,
y de su sueño se burla
la luna luna lunera.
…
El alma sonríe y llora,
y el aire la vela vela.
…
¡Hay que ver!, en Benadalid conocimos a los epígonos antes que a Lorca, las imitaciones antes que el original.
– Más genuino era el segundo disco de los tíos del cine: una ranchera mejicana que narra la correspondencia entre Eleuterio y Eufemia.
En una película de 1950, más o menos, Pedro Infante, en el papel de patrón, se había prestado a redactar un ultimátum, dirigido por su obrero emigrante Eleuterio a su paisana y casi ex novia, Eufemia, que permanecía en el pueblo pero no se acordaba ya de él.


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Oigan ustedes la carta que le mando a la Eufemia de mi vida, a ver si esta sí me la contesta:
Cuando recibas esta carta sin razón,
‘Ufemia,
ya sabrás que entre nosotros todo terminó.
Y no la des en recebida por traición,
‘Ufemia.
Te devuelvo tu palabra,
te la vuelvo sin usarla,
¡y que conste en esta carta que acabamos de un jalón!
(¡Sí señor!)
No me escrebites,
y mis cartas anteriores no sé si las recebites.
Tú me olvidates
y mataron mis amores el silencio que les dites.
A ver si a esta sí le das contestación,
‘Ufemia.
Del amor pa’ que te escribo
y aquí queda como amigo
tu afectísimo y atento y muy seguro servidor.
(¡Sí señorita!)
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En la película no se aclara qué escribano redactó las “cartas anteriores” del analfabeto Eleuterio, y tampoco hay rastro de una respuesta por parte de la novia. Pero los mismos autores de la Carta a Eufemia, Rubén Fuentes y Rubén Méndez, dado el éxito de la ranchera, escribieron al poco tiempo la Contestación de Eufemia, que es divertida si no genial.
Haya paz, si no me quieres pa’ qué me escribes… ‘Hora pues …
Tengo en mis manos
la última carta que me escribites,
Luterio.
Y hablando de ella y su contenido
debo expresarte lo que a renglón te digo.
Si ves motivo de rompimiento
en el silencio que piensas que te di,
debo decirte, Luterio de mi vida,
que de tus anteriores ninguna recebí.
Mira, Luterio,
¿te acuerdas de aquel Roque con quien tú te emborrachates?
‘Hora es cartero
y dice que me quiere desde que nos presentates.
Ya ves cómo andan en el correo,
mejor tus cartas debías certificar.
Y aquí termino,
devuélveme mis cosas,
perdóname la letra y el papel.
Eufemia.
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Tomen nota los novios alfa del riesgo de emborracharse tras presentar a su novia a los coleguillas: alguno puede ser un traidor, ya sea trabajando en Correos como entonces, o siendo ahora un hacker del WhatsApp.
Hay un disco que combina la carta de Eleuterio, cantada por Pedro Infante hacia 1950, con la respuesta de Eufemia, cantada por Beatriz Adriana en los 70. Ambos intérpretes nunca coincidieron en un estudio, y es de admirar la transición que hace la orquesta entre las dos grabaciones. Mi oído, que no es bueno ni malo, sospecha un cambio de tonalidad; lo he investigado, y me parece que es de Re a Mi bemol.
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Este no pudo ser el disco que traía el tío del cine que, según Paco Javier nos explicaba a los demás escolares, traía en una cara la Carta y en la otra la Contestación. Debió de ser el de Fernando Rosas y el Mariachi Vargas de Tecalitlan, pues no he encontrado otro.

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Lo he escuchado y, aunque es buena, me parece mejor la versión de Infante+Adriana. Ignoro si la película de Pedro Infante se proyectó en Benadalid, supongo que sí, pero lo que es seguro es que aquel disco, precedente remoto del duo Pimpinela, se oyó muchísimas veces, ¡si no, no lo recordaríamos aquí!
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Gerardo Sierra

De las películas que anunciaba «el tío del cine» por el altavoz y, también con cartelería, en la ventana de la escuela, me ilusionaban, especialmente, las del oeste protagonizadas por Kit Carson. Influían en mí tan poderosamente que, después de verlas, imitaba durante días a mi héroe yéndome a mi oeste particular: el cancho del Aguayar. Allí desarrollaba mis aventuras imaginarias contra los pillos. Antes me había fabricado una pistola de palo que enfundaba en una caña hueca y sujetaba a mi cintura con una guita. Detrás de la gran piedra oscura me agachaba, disparaba y simulaba recibir alguna bala de refilón. Por supuesto, yo eliminaba a todos los malos con el ruido que producía mi boca.
Pido disculpas por la violencia descrita pero no se veía ni gota de sangre en el borroso blanco y negro de aquellas películas anunciadas en la emisora parroquial.
Kit Carson y su amigo «El Toro»… Yo estaba en el colegio de Ronda cuando sus aventuras empezaron a proyectarse en el pueblo. Cuando volví de vacaciones me sorprendió el éxito que tenía entre críos y no tan críos el tal Kit. Tuve que esperar a la siguiente función para, con conocimiento de causa, sumarme al entusiasmo general. Pero, aunque la película estaba bien, me habían hablado tan bien tan bien que no me sumé.
Me parece muy acertada la localización que hiciste de los exteriores de tu película particular, pues el cancho del Aguayar, aunque no en el Far, al menos está en el West de Benadalid.