He aquí un pájaro que se oye más que se ve, y no es nocturno

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Antes de la aparición de crucigramas y sudokus, el pasatiempo más común en la prensa era la charada, variedad de adivinanza más estructurada que un acertijo corriente. Se trata de averiguar una palabra -el todo– a partir de sus sílabas: prima, segunda, tercia… Este es un ejemplo de principios del siglo XX, de El Diario Palentino:

Por viajar en prima tres
con mi capa tres segunda
he pescado como ves
un todo, que esto abunda.

El diario no da en el mismo número la solución, pero vamos hilando:

  • Viajar en (1-3)… ¿co-che, bar-co, ca-rro…? El todo sería co(2)che, bar(2)co, ca(2)rro.
  • Mi capa (3-2) es o está… che-(2) ¿checa?, co-(2) ¿coja? , ro-(2) ¿roja?…
    ¡Achís, Jesús! Enigma resuelto.

El Periódico de las damas, en 1822, propuso esta otra charada:

Mi primera deja hambriento
aun al que saciar desea,
mi segunda se pasea
siempre en igual movimiento
y con su pluma y su acento
tal vez mi todo recrea.

Pensad un poco antes de seguir, teniendo en cuenta que en este caso las partes del todo son grupos de sílabas. ¿Qué clase de “alimento” deja insatisfecho al hambriento? ¿Qué objeto se pasea siempre en igual movimiento?

Una lectora de la primera revista española dedicada a las féminas envió la solución, también en verso:

Oro es tu parte primera,
es Péndola la restante;
aquel no sacia bastante,
ni ésta su compás altera,
y es con su voz placentera
la Oropéndola brillante.

Espero que os hayáis divertido, aunque ¡vaya rodeo para entrar al tema!

Oropéndola macho (Foto: Juan Oñate)

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La Oropéndola

(Oriolus oriolus)

Estos pájaros son veraneantes tan tímidos como bellos. El macho es de color amarillo vivo, con alas y cola casi negras, y apenas se le ve cuando cruza raudo la arboleda, en lugares frescos y umbríos como huertas, sotos y riberas. La hembra, también preciosa pero de tonos más verdes y apagados, es aún más esquiva.

Oropéndola hembra, o tal vez un individuo joven (Foto: Juan Oñate)

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En Benadalid las llamábamos arrepéndolas, seguramente por contaminación con el nombre de los arrendajos -a los que se parecen en varios aspectos- y teniendo en cuenta que el oro, que nadie conocía a fondo, no era una buena palabra de referencia.

Las oropéndolas se alimentan de insectos, orugas, gusanos y otros invertebrados, pero no le hacen ascos a cerezas o higos si están en su punto.

Vienen a mediados de mayo; los machos unos días antes que las hembras, para marcar sus territorios mediante la imagen y el sonido: el color y el canto, siendo este aflautado y armonioso. Su breve frase la traducíamos así cuando éramos niños: “¡Conejo viejo!”, pero en otros pueblos de la Serranía la interpretan como “¡Pícaro viejo!”

La página animalia.bio afirma que las parejas reproductoras cantan a dúo cuando las hembras responden al canto de los machos con un corto skweeeeer. Lo que quiere decir: “Estás muy bueno, cariño, ¡pero ayúdame, cojones, con el nido!”

El nido lo hace la hembra con fibras y briznas vegetales y lo forra con materia suave como plumón y telarañas; algunos elementos, a instancias del skweeeeer, los aporta el macho. Tiene forma de saco, sujeto a una horqueta en la copa de un árbol alto. Francisco Marcuello, canónigo de Daroca y primer ornitólogo español reconocido, en 1617 le dedicaba este comentario:

El oriolo es vna aue toda de color de oro, sino las plumas de las alas, que tienen vnas manchas verdinegras, por lo qual en España le dezimos oriolo y oropéndola. Los latinos le llaman picum nidum suspendens, pico que cuelga su nido, por que con marauillosa sutileça lo fabrica y cuelga en las ramas más empinadas de los árboles, de tal manera que a los que le veen les parece está en el ayre sin tocar en ninguna parte, y lo que causa mayor admiraçion es que sobre él haze vna como bóueda o capitel de púlpito para defender assí de las inclemencias del cielo a sus hijuelos.

Por otra parte, Claudio Eliano, profesor de Retórica en la Roma del siglo III, en su Historia de los Animales dice del Oriolus:

Durante el invierno no lo verá nadie suelto y libre, sino que aparecerá cuando llega el solsticio de verano. En el momento en que la Osa Mayor surge, el pájaro regresa a los lares de donde había venido.

¿Y de dónde viene, y adónde vuelve cuando la Osa Mayor surge al amanecer en el firmamento? -os preguntaréis siendo curiosos. Claudio Elano no lo sabía y por eso no lo explica, ahora sabemos que su cuartel de invierno está en África ecuatorial y sureña. (Desde luego, los colores vivos, tan típicos de la avifauna de la selva, sugieren un origen de la especie entre los trópicos). Es de notar que la mayoría de las oropéndolas de Europa efectúan el regreso por el próximo Oriente, donde sus bandadas ávidas de higos -pues necesitan mucho azúcar para un viaje de hasta 6000 kilómetros- son consideradas plagas.

Disfrutad de la oropéndola, amigos, ella ha inspirado -aparte de charadas- versos muy sentidos. Pedro Salinas, de la quinta del 27, la considera maestra de los parques, y académica:

Cuando ya va claro el río
abril pone su academia:
pájaros, maestros,
por las alamedas.

Aves con pico de oro
del alba a la noche enseñan
sus sabidurías
a las hojas tiernas.

Escucha el follaje párvulo
doctrinas de antigua escuela:
pío de gorrión,
lección de oropéndola.

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Más dramático que panteísta es el soneto del sevillano Rafael Osuna dedicado a su tocayo Laffon, de la mencionada quinta:

Tendida por la lluvia, alicortada,
designio de arpa y flor, desde un alero
vino a quebrar en mi jardín su acero
un clarín de oropéndola plumada.

Como atraca la nave en la ensenada
su fragancia de ayer, su viejo esmero,
ha muerto en ti, oropéndola, el apero
de alas en airón, tu hueco y tu escalada.

Ya no podrás jamás colgar tu nido
ni repasar el aire con tu vuelo.
Ni tu siringe alborozar la altura.

Ya no podrá jamás tu alicaido
rumor vaciarse en cálice de celo,
ni tu vernal trinar en la espesura.

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Y Rosa Chacel aclara, en su Oda a Leónides, de qué asunto se trata al abrir el pecho y la garganta:

Tú, que por mi poético capricho
celabas, en su nido, a la oropéndola
y no lograbas nunca cautivarla
en la red que prendías de los álamos.
¡Imagen inmortal en mi memoria!

De esto se trata al fin, de decir algo;
de decirlo tan duro y luminoso
como el álamo blanco y la oropéndola
de voz -diamante al sol- y pecho de oro…

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Gerardo Sierra

2 Respuestas

  1. Nuria dice:

    Gracias Gerardo! me encanta!
    a ver si veo alguna ahora!

  2. Isa dice:

    Gracias, por compartir este magnífico relato sobre la oropéndola. He disfrutado mucho leyéndolo.

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