Flores de Semana Santa (1) : Fumaria
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Llamo «Flores de Semana Santa» a las que tienen nombres populares como Nazarenos, Sangre de Cristo, Lágrimas de la Virgen…, relacionados sin duda con la Pascua que ahora conmemoramos, que no es otra cosa que el paso (pascua = paso) del invierno a la primavera, celebrado por nuestros ancestros desde tiempos tan anteriores a Cristo que ni siquiera se recuerdan. Es decir (esto se lo digo a los jóvenes), muchísimo antes de los cambios de hora.
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Pues bien: la más importante de estas flores es la Fumaria officinalis, conocida popularmente como sangre de Cristo; zapaticos, pañalitos o camisitas del Niño Jesús; palomilla, gitanillas, hierba del conejo…
El adjetivo officinalis (= oficinal) quiere decir que se despacha en las oficinas. Hoy “oficina” tiene un significado más amplio, pero antiguamente las únicas oficinas que había eran las boticas o farmacias.
Así que esta planta es medicinal, y su principal virtud es la depurativa: ayuda a expulsar sustancias que no deben mantenerse en el cuerpo. A este respecto actúa como diurética (aumenta el flujo de la orina) y colerética (favorece la secreción y expulsión de la bilis). Se aprovecha la planta entera, sin la raíz, extrayendo su zumo, o preparando una infusión, o macerándola en alcohol.
Andrés Laguna (1499-1560), médico personal del papa Julio III entre otros notables cargos y destinos, no escatima elogios a la fumaria:
» Es la palomilla una salubérrima medicina, cuyo zumo, bebido con suero de cabras purificado y dejado toda la noche al sereno, clarifica la sangre, purga la cólera y los humores adustos, deshace las opilaciones del hígado y bazo, desembaraza los riñones y la vejiga, conforta el estómago y extermina todas las infecciones y enfermedades que proceden de humor melancólico y flema salada, cuales son lepra, sarna, empeines y otras indisposiciones como éstas. Su zumo quita las manchas rojas y el encendimiento del rostro si se lavan con él”.
El insigne botánico y farmacéutico Pío Font Quer (1888-1964) indica un modo de administrar la planta sin tener que recurrir al suero de cabras, aunque el azúcar es ingrediente obligado, dado el sabor persistentemente amargo de esta hierba:
“Se usa como depurativa, en primavera, generalmente en la mezcla siguiente: fumaria, berros, achicoria y tallos de lechuga, todo en verde, a partes iguales. Todas estas plantas se machacan en un mortero, se cuela el jugo y se exprime bien el residuo. Se añade azúcar a voluntad y se toman 3 cucharadas soperas al día; o medio vasito, por la mañana, en ayunas si se prefiere así. Este tratamiento puede durar hasta que surta efecto. Añadiendo al zumo otro tanto de azúcar, se conserva sin fermentar unos cuantos días”.
Los compuestos químicos más notables de la fumaria son el ácido fumarínico y la protopina, un alcaloide relacionado con los del opio, pues las papaveráceas y las fumariáceas son familias hermanas a pesar de tener flores tan distintas.
En el resumen de un trabajo de la Universidad de Málaga (2013) leemos lo siguiente:
“Los resultados obtenidos en esta tesis han revelado que el dimetilfumarato, compuesto de la herbácea Fumaria officinalis, y que desde hace más de 50 años se venía usando en el tratamiento de la psoriasis, tiene potencial antiangiogénico, y además es inductor de apoptosis”.
¡Ahí es nada! digo, y me explico: la apoptosis es el mecanismo según el cual unas células inducen al suicidio a sus vecinas: “anda tita muérete ya, que aquí no cabemos todas las sobrinas”. Por otra parte, la angiogénesis es la formación de venillas capilares dentro de un tejido celular en crecimiento. Sin angiogénesis, esto es, sin construcción de vías para que llegue la sangre a todas las hijas, las células no pueden multiplicarse.
Pensemos entonces, aunque nos duela, en un tumor. ¿De qué modo se puede vencer esa proliferación anómala de células? La fumaria promete ser un buen agente en esta doble estrategia: 1) animar a las células rebeldes al suicidio, y 2) entorpecer su logística, por si a lo primero no se animan.
Aparte de la oficinal, en nuestra comarca florecen hasta ocho especies distintas de fumaria. Muy frecuentes en Benadalid son la Fumaria capreolata y la Fumaria parviflora. Todas ellas tienen, en mayor o menor grado, las mismas virtudes que aquella.



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Gerardo Sierra de Cózar
. Fuentes citadas:
ANDRÉS LAGUNA: Pedacio Dioscórides Anazarbeo, annotado por el doctor Andrés Laguna (enlace)
PÍO FONT QUER: Plantas medicinales – El Dioscórides renovado.
MELISSA GARCÍA CABALLERO: Identificación y caracterización de las actividades biológicas de productos naturales candidatos a fármacos.

la fumaria capreolata es la que se llama aquí «zapatitos del Señor» y «sangre de Cristo» a otra planta
¡¡Muy interesante!! Gracias por compartirlo.
Muy cierto, Antonio. La auténtica sangre de Cristo benaliza espero que aparezca en la tercera entrega.
Gracias, y gracias también a Isa.