El despoblado de Benamaya

En el señorío del Duque de Medina Sidonia se despobló el lugar de Benamaya. Debió de tener cierta importancia durante el periodo mudéjar, ya que en 1492 contaba con 43 varones en edad de hacer el «zalá”, y 59 en el año 1498 (1).

Hasta 1570 lo habitaron trece vecinos moriscos y tuvo trece casas, corrales, aljibe, iglesia y cementerio a unos 40 m. de ésta. Restos de cierta importancia de todos estos elementos yacen esparcidos entre olivos centenarios, almendros e higueras. Expulsados los moriscos de Benamaya, el Duque de Medina Sidonia hizo todas las diligencias necesarias para su repoblación, dando las órdenes oportunas a su administrador y nombrando un comisario para ello; incluso trajo de Jimena de la Frontera un morisco esclavo llamado Aguilar, que había sido vecino de Benamaya, para que informara sobre el deslinde de las haciendas que habían pertenecido a los deportados.

Hecho el inventario de los bienes moriscos se encontraron los siguientes: 20 aranzadas de viña, morales suficientes para producir cinco onzas de seda, 100 pies de olivos, 50 pies de castaños, 60 fanegas de tierra de secano (2).

El Dr. Peñaloza, en nombre del Rey, tomó posesión de las haciendas y «por falta de no haber pobladores» la arrendó por 14 ducados anuales a vecinos de Benadalid.

La visita girada por el comisario real Arévalo de Zuazo, el 21 de abril de 1574, ponía de relieve el lastimoso estado de Benamaya: «de las 13 casas cinco estaban caidas y las demás mal reparadas, las haciendas maltratadas, porque no se labran ni benefician como conviene, ni los arrendadores les dan las labores necesarias…” (3).

El inspector real, convencido de que la mejor forma de conservar los bienes vacantes de los moriscos era darlos en propiedad, haciendo caso omiso de la norma que establecía que los repobladores tuvieran que ser de fuera del Reino de Granada, los repartió a cuatro vecinos de Benadalid. Hernán Gómez de Vargas, Asencio Martín, Alonso de Ayllón y Francisco Fernández Chanciller, a partes iguales, pasaron a disfrutar, mediante el pago del censo establecido, todos los bienes de los deportados. Quedaban obligados a vivir en Benamaya con sus mujeres e hijos, mantener las casas pobladas y labrar las haciendas “de manera que vayan en aumento y no vengan en disminución”; actuaron como testigos Luis de Valderrama, alcaide del castillo de Benadalid, Juan de Luzón, alcaide de Casares y el comisario real, Diego de Larrauz.

A pesar de la solemnidad del documento las condiciones no se cumplieron; los repobladores siguieron viviendo en Benadalid y hoy Benamaya es un despoblado de difícil acceso, ya que se han perdido incluso las veredas y caminos que conducían al pueblo morisco (4).

Cuatro paredes de unos dos metros de altura completamente cubiertas por las zarzas es lo que queda de lo que fue iglesia, y posiblemente mezquita; unos cuantos paredones entre los olivos apenas nos sirven para recomponer la aldea morisca, tan detalladamente descrita en el libro de Apeo y repartimiento:

«La cassa de Juan Alcaizar, con la cassa de Juan Tanger con los corrales e higueras y un naranjo y un almendro y un granado, que está en la propia cassa, y junto a ella con la cassa de Mahaxo y el corral de Quadras, que está a la espaldas de la iglesia, con otro naranjo que fue de Macarzo, con el limón que está junto a él, con la higuera grande de Alonso Alcaizar e por baxo al camino de Ataxate, de todo esto se hizo una morada” (5).

Se podría hacer un estudio detallado del pueblo morisco, con sus casas agrupadas, sin orden, sus corrales colindantes con frutales dentro… señales evidentes de que los grupos de viviendas son consecuencia del “alargamiento” de las familias, cuyos hijos construyen junto a la morada paterna. La descripción de Benamaya nos recuerda las actuales aldeas de la Kabilia argelina o los pueblecitos marroquíes del Atlas.

En 1591 figura en las listas fiscales con cuatro vecinos, pero como sabemos, todos residían en Benadalid, desplazándose a Benamaya sólo a realizar las faenas agrícolas más urgentes (6). En lo eclesiástico dependía de la parroquia de Benadalid, pero en lo civil continuó siendo jurisdicción del Duque de Medina Sidonia y, por tanto dependía de Gaucín. Tras la abolición de los señoríos se anexaron sus tierras al témino de Benadalid, por ser la localidad más cercana.

Notas:

(1). ALCIEN, M.: Ronda y su Serranía en tiempo de los Reyes Católicos. Málaga, 1979, tomo I, pp. 61 y 319.

(2). Archivo de la Chancillería de Granada (A.Ch.G). Apeos, n.° 34

(3). Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, legajo 2021, folio 56-57.

(4). Agradezco a Cayetano y Francisco Burgos y a Jesús Sierra que me acompañaran hasta Benamaya; sin su colaboración no hubiera podido encontrarlo.

(5). A.Ch.G. Apeos, n.° 34.

(6). CASTILLO, A.: «El Servicio de Millones y la población del Reino de Granada en 1591». SAITABI, Revista Universidad de Valencia, XI, 1961; ver también VINCENT, B.: «Economía y Sociedad en el Reino de Granada». Historia de Andalucía (Ed. Planeta), tomo IV, pp. 161-223.

Nicolás Cabrillana Ciézar* : Los despoblados de la provincia de Málaga tras la expulsión de los moriscos (1570-1600)

Mainake, Nº. 11-12, 1989-1990, págs. 251-266

Texto completo en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/832256.pdf

* Director del Archivo Histórico Provincial de Málaga (1979-1991)

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